lunes, 9 de noviembre de 2015

DEL HOMBRE EVOLUCIONADO Y DEL COLOR


VÍDEO: Intervienen periodista de Casa de América, Ilse Céspedes de la Embajada de Bolivia en España y tres críticos internacionales de arte, uno de ellos es el presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte.


Orlando Arias Morales (Potosí, Bolivia, 1954) está considerado como uno de los mejores acuarelistas del momento. La crítica de arte Julia Sáez-Angulo, de la Asociación Internacional de Críticos de Arte. AICA ha escrito sobre su obra:
“La verdadera literatura es la fantástica, afirmaba el escritor Jorge Luis Borges, frente a la literatura realista que hablaba de lo cotidiano e inmediato. Algo similar cabría decir del arte figurativo; el que nace de la imaginación y la fantasía es más singular, más personal de un artista, que el realista del que sólo busca la mímesis de la naturaleza o del modelo.
El pintor –también escritor- Orlando Arias Morales, maneja con maestría el concepto, en paralelo al color. De su serie de Ciberandinos, el artista ha pasado a la de Homo Evolutis, dentro del discurso filosófico y humanista que caracteriza su obra. Ortega y Gasset habló en su célebre libro de la deshumanización del arte; Orlando Arias habla en su pintura de la deshumanización del hombre, manipulado por los transhumanistas. La cibernética, la tecnología, la nanotecnología, la robótica, el ciberespacio… están conformando un nuevo tipo de hombre, que puede ser manipulado con más facilidad. Homínidos o androides biológicos, remedo de nuestra biología humana.
El pintor andino domina el equilibrio de la forma y el color en sus óleos y acuarelas, para no se dejarse avasallar en exceso por el concepto que las genera. Fondo y forma constituyen la esencia de esta pintura de dibujo imaginativo y fabulado, de cromatismo encendido y brillante. Pintura de génesis en sus propia raíces. Obras de arte que revelan el dominio de un maestro.
En su iconografía reciente vemos figuras oferentes, cristalizadas, lampadarias, canéforas, cariátides, encastilladas, ensimismadas… Formas y figuras simbólicas que condensan un misterio.
Contemplación y Reflexión
 Diptico acuarela 1
Si existe un rico mundo cromático, ese es el de Orlando Arias, un pintor silencioso y observador, que sabe lograr la intensidad del color sin caer jamás en la estridencia, que nos ofrece dibujos, figuras nuevas, visionarias y/o proféticas, nacidas del ensueño, el duermevela o la fantasía. En suma, de la imaginación creadora. La suya es una pintura de contemplación de futuro, que él no quiere transcribir plásticamente como amenaza, sino en todo caso como reflexión y advertencia. Pintura más allá de la utopía y la ucronía. Testimonio simbólico que no pierde el aura del arte.
Homo Evolutis, -hombre evolucionado-, es una serie pictórica nueva en la trayectoria artística de Orlando Arias. Un punto y aparte o quizás una vuelta de tuerca en su creatividad, en el mundo de su pensamiento. Viajero, cosmopolita, hoy afincado en Madrid, el pintor andino se entronca con firmeza en la fecunda familia de artistas como Kandinsky o Paul Klee, creadores de mundos y expertos del color. Una saga noble. Una línea de artífices que renuevan la manera de ver el arte, sin apartarlo de una de sus cimas, la belleza. El arte no existe. Sólo existen los artistas, dice Ernst Gombrich en su Historia del Arte (1950). Los artistas que generan una obra con identidad propia, como es el caso de Orlando Arias”.
Fuente: Portal de “Asociación Madrileña de Críticos de Arte” AMCA

lunes, 14 de octubre de 2013

Mesa redonda en torno al pintor y escritor Orlando Arias


Auditorio del Centro Cultural "Nicolás Salmerón"
10 de octubre de 2013
Madrid, España




Con motivo de la exposición del artista boliviano, residente en Madrid, Orlando Arias en el centro cultural Nicolás Salmerón de Madrid, el día 10 de octubre de 2013, se ha llevado a cabo una mesa redonda en la que se debatió sobre su pintura colorista y hermosa, también se habló de su novela "Los Sueños de Alejandro e IsabeL". La exposición fue comisariada por Manoli Ruiz.

Los intervinientes en la mesa redonda fueron Tomás Paredes, presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte, AECA,  los críticos de arte Benito de Diego y Jesús Cobo y Evangelina Navia Villegas, Encargada de asuntos culturales de la Embajada de Bolivia en España.


Tomás Paredes Romero dijo: "El motivo que nos reúne es hablar de la obra de Orlando Arias Morales, es un pintor y escritor boliviano, nació en Potosí, vive en España desde hace nueve años, aquí ha hecho una buena parte de su obra plástica…. Al poco de llegar se le hizo una exposición en la fundación de Artecovi donde presentó su obra de ciberandinos, que eran como personas cibernéticas ubicados en el mundo andino eran unas obras preciosas, se le hizo un catálogo donde anotamos la calidad que tenían las obras, Orlando ha seguido trabajando y luego ha publicado una novela que ahora se va hacer una segunda edición"

"Un ser encantado por la belleza"

Evangelina Navia Villegas expuso: "Vi un poco lo que Orlando está haciendo, … me voy a acoger un poco de algunas ideas que han ido marcando, nuestro pintor boliviano llamado el hechicero del color, que en esta exposición ha sido llamado así, como bien dice Jorge Ernesto Ibañez Vergara, poeta y crítico de arte “Hablar con el maestro Orlando Arias, es como hablar con un ser encantado y seducido por el duende de la belleza, como si en ese instante fuera tocado por la varita mágica, donde su alma se expresa a través de la creación pictórica, y es ahí, en la línea del pensamiento donde se genera la belleza, donde el arte del color domina el alma humana, donde su creación es arte, es belleza, tanto como los sonidos del color”…. Yo quiero concentrarme en tres elementos que a mi me llaman la atención y me sobrecogen de Orlando Arias, uno de esos elementos que está muy presente en su obra son sus raíces que se expresan sus colores, estos colores que son la esencia de su identidad y representan sus ancestros y la diversidad de su tierra boliviana que está enraizada en la hondura de su naturaleza y en el espíritu artístico, esto es un tema clave en la obra de Orlando y aunque dejó Bolivia hace mucho tiempo, muy jovencito, la patria le acompaña calladamente como una sospecha o un atisbo de sus creaciones ….. sus obras vienen a ser del trópico como de las alturas, el colorido intenso y de contrastes, contrastes armoniosos, delicados y a la vez contundentes para marcar espacios y esencias, su pensamiento siempre inquieto, inquisidor en busca de verdades para plasmar sus convicciones y propuestas en un crecimiento espiritual….. otro elemento que también me ha llamado la atención de Orlando es su silencio y su sencillez humana que de alguna forma contrasta con el color y fuerza de sus obras… otro de los elementos que también es importante en Orlando es el sentimiento, su experiencia de vida, no solo en su patria..."

Novela "Los Sueños de Alejandro e Isabel"

Intervención de Benito de Diego González, poeta y escritor:  Vamos hablar un poco de la novela “Los Sueños de Alejandro e Isabel” que es la obra de Orlando Arias que ya ha publicado y está ya la segunda edición corregida y aumentada. Conozco a Orlando Arias desde hace algunos años, este conocimiento vino de la mano de mi querida compañera de la Asociación Española de Críticos de Arte, infatigable animadora cultural Manoli Ruíz, asistí a una exposición de pintura de Orlando de donde ella era comisaria como lo es también de esta exposición, desde entonces para mi Orlando es un personalísimo pintor, con obra prolija, llena de poesía, de misterios y de emo­ciones, al que referencié como un gran artista. Des­pués he comprobado que además es un gran hom­bre, íntegro, que sigue su vocación con ahínco; sen­sible, altruista y compasivo, 

               Orlando Arias Morales, es pintor pero también escritor, en ambas facetas nos trae la riqueza de los colores del valle boliviano donde se sitúa su Potosí natal, nació en 1954, inició una fructífera carrera con exposiciones desde 1976 en las más importantes ciudades de Bolivia, Ecuador, Costa Rica, Panamá, Chile, Estados Unidos, Italia, Bélgica, Francia y España

               Orlando Arias es, como se ve, un espíritu cosmopolita y además un soñador. Al igual que en su pintura, en “Los sueños de Alejandro y de Isabel”, el autor se expresa en un meta-realismo, que supera la memoria de los sueños, para introducirse en los espacios de la fantasía.

               La historia que cuenta en su libro, en parte crónica de un tiempo y de una sociedad, tiene sus raíces, no solo en el Valle de donde es oriundo, sino también, como él dice, “en el influjo que los ances­tros ejercen sobre el alma de cada uno”, ya que, en efecto, su narración es muy propia de aquellos paí­ses andinos, en los que transcurrió su infancia y sus primeras impresiones vitales, de las que toda per­sona es feudataria.   

               En la obra de Orlando Arias, como en su pintura, aparecen los colores que dan vida a un ri­quísimo mundo cromático, alimentado permanen­temente por la realidad folklórica y popular de su país. Orlando Arias es además y sobre todo un altruista, que ama a sus próximos y a sus lejanos. A su prójimo, a sus hermanos. A la Humanidad. La compasión es su virtud relevante. Iluminado por ella ha concebido la historia que da contenido a su libro y la ha plasmado con el arre­bato que da la pasión.  Es una crónica apasionada del quehacer de dos seres entregados a hacer el bien y ha impedir el mal que la injusticia supone

               La obra se desenvuelve entre el natu­ralismo de la experiencia más escueto y la fantasía más exuberante, que va desde, (sigamos a Italo Cal­vino), lo fantástico visionario a lo fantástico mental, no despreciando la ciencia ficción, por dos vías que se entrecruzan en el transcurso de la peripecia del relato y que es explicada mediante el monólogo continuado de un narrador omnisciente. Finalmente la narración toma un sesgo sorprendente, que de alguna forma nos remite al universo kafkiano, de cuyo espíritu está impregnada toda la obra, al unir lo fantástico y lo verdadero en una acción proyec­tada a un futuro nebuloso.

                Son muchos los personajes, tanto reales como oníricos. Sin embrago el autor prescinde de cualquier diálogo interpersonal. El único diálogo existente es el que el autor establece con el lector al que dirige sus palabras y pensamientos.

               La obra recoge las utopías que de un humanismo radical y fabiano, puro e ingenuo, en el que se desgranan los paradigmas de una sociedad, en la que la injusticia es doblegada por el tesón de quienes hacen de la justicia su arma y armadura contra el poder y el egoísmo.

               La lectura y la comprensión del texto son inmediatas, sin complicaciones estilísticas, que pu­dieren difuminar y entorpecer el discernimiento del mensaje y el autor lo consigue mediante el empleo de un léxico directo y sencillo.

               El relato, siguiendo un proceso diacrónico, está compuesto por un caleidoscopio de escenas que explican las historias de los dos protagonistas, Isabel y Alejandro, a los que las circunstancias unen y así continúan hasta más allá del fin de la narración, que está plena de inocencia.

               La peripecia de Isabel está narrada en un estilo radicalmente realista, naturalista, en el que no se ahorran los detalles de la crueldad, a los que puede llegar el egoísmo de los poderosos, en su relación con sus semejantes, según la experiencia nos demuestra día a día y podemos constatar, si nos mantenemos atentos al clamor de los oprimidos.

               Alejandro es coprotagonista de la historia de Isabel, pero al mismo tiempo es protagonista de la historia que en los sueños tiene, en los que aparece como caballero de Camelot valedor y salvador de Isabel, a la que acechan peligros innúmeros e inimaginables. Solo imaginables en el mundo onírico en el que el protagonista se desenvuelve. Así como la historia de Isabel es una imagen fiel de los acontecimientos reales que componen  su entramado, los sueños de Alejandro constituyen una gran metáfora con la que el autor describe la lucha por conseguir los ideales del protagonista entre los que destaca su afán por salvar y proteger a su señora. La narración puede leerse de corrido, siguiendo su discurrir cronológico, o puede leerse abriendo el libro por cualquier capítulo, pues que cada uno de ellos constituyen de por si un relato en el que se da, según la preceptiva clásica: Un planteamiento, un nudo y un desenlace.

               A esta obra, por tanto, (yo diría, que a toda narrativa), hay que acercarse con actitud meditativa e, incluso, introspectiva, para llegar a descubrir la esencia y el fundamento de toda proposición, sea racional o ideal, que en ella se explicita. Es decir, debemos abordar su lectura con una disposición intelectual abierta a las consecuencias del impacto, inmediato y subsiguiente, que pueda producirnos, para aprovechar aquello que el texto y el contexto nos propone y vibrar y emocionarnos con ello. Aceptado esto, entiendo, con el autor, que es así como el futuro lector debe acercarse a esta narración, y solo bajo esta óptica, ha de entenderse la advertencia que nos hace en la Introducción a la narración, cuando escribe: “hay que leerla con mente abierta, receptiva, sin prejuicios de ninguna clase, desprovisto de todo interés personal y hacer volar a nuestra imaginación, para capturar la magia y los misterios que encierra el Universo”.

 Pintor meta-realista

 Intervención del poeta Jesús Cobo: "En las pinturas de Orlando, los temas tienen un protagonismo esencial que nos cultiva de alguna forma, cuando yo veía los temas de sus últimas exposiciones, digo pero este hombre qué nos quiere decir, qué nos propone, su pintura es una queja? es un lamento? El simbolismo que tiene esta pintura supone una propuesta de cambio? Hay que tener en cuenta que la humanidad lamentablemente ha sufrido transformaciones terribles, la historia ha conocido períodos de enorme inhumanidad, …. podemos pensar que este tipo de situaciones están superadas, pero desgraciadamente nos encontramos con una situación nueva en que lo inhumano ha sido sustituido por la des-humanidad, veo en la pintura de Orlando un intento agónico de lucha contra los terribles espacios de deshumanización, contra las torres de soledad de nuestro tiempo. Existe después otra cosa que me ha llamado mucha la atención, no en esta fase que podemos llamar conceptual de los temas sino una fase expresiva el tratamiento que tiene de la forma, es un gran hacedor de formas,  …, Orlando es un hombre que lucha por los conceptos, como ofrece simbolismos más o menos intangibles pero que el controla y domina y para los que buscan formas adecuadas. La búsqueda de la forma en Orlando es interesantísimo, es un proceso que no que no conozco, que no controlo, que me falta conocimiento y él en su forma de elaborar que se ve en su obra, es un hombre que lucha con la forma y que busca no una nueva vestidura para el concepto, sino su forma exacta …. He pensado mucho si Orlando arias es un pintor surrealista, entendiendo sus orígenes como sobre-realismo o super-realismo, me parece que Benito a dado con la palabra adecuada, me ha gustado mucho que ha fijado como meta-realismo, creo que eso es esencial pensar que estamos ante un pintor meta-realista que utiliza fórmulas mucho más elaboradas ….. el color me parece en Orlando un complemento esencial de la forma, en el fondo él entiende el color como parte de la forma, no voy hablar de la composición ni voy hablar del color, pero si quiero referirme a una sintaxis muy importante, una sintaxis brevemente agresiva ante el espectador de las obras de Orlando, es un sintaxis de ritmos, él tiene unos ritmos muy peculiares, son las que hacen tan atractivas sus obras y sus pinturas …. Aparte los componentes puramente artísticos que puede haber en ella y que pueda tener en su personalidad, en su temperamento lo que verdaderamente le hace un pintor, un enorme pintor que sabe lo que pinta y que controla lo que pinta, en ese sentido tiene una sintaxis muy infinita, pero verdaderamente atractiva   … está reflejado en mi sencilla opinión de viejo aficionado de la obra de un artista importante de una cultura, de nuestra cultura que está muy integrada …"

Cierre del acto

Tomás Paredes, concluyó: "Yo quería aportar alguna idea respecto a lo que se ha dicho con respecto a la obra de Orlando y sobre todo es su relación que tiene con el mundo andino, con Bolivia que Waldo Frank lo definía como “el trozo de tierra más rica del mundo pisado por los pies desnudos más pobres del mundo”, me parece que era una metáfora que hacía, hoy Bolivia tiene otra realidad, pero hay personas que también están fuera un poco trashumante como Orlando que ha nacido en Potosí y que vivió en Cochabamba, que expuso en Oruro, pero luego se fue a Colombia, ha sido un poco trota camino, que recae en Italia y que expone en Florencia, si estamos hablando de un hombre con una trayectoria larga, de Florencia salta a Barcelona, de Barcelona viene a Madrid y aquí emprende otro tipo de pintura, pero es bonito ver esa relación con el mundo andino, tiene una serie de cuadros que llama serie abstracta o son la mayoría abstractos, pues sin embargo en uno hay una cabeza absolutamente andina y está mezclando la figuración con la abstracción, el concepto con el sentimiento, sus raíces con una forma digamos con un sentimiento global y quiero resaltar porque soy anti globalización, yo creo que la globalización es una estupidez que el mundo se ha marcado, no solo aquí, el mundo de hoy es global, pero para qué queremos viajar si vamos a ver las mismas cosas, para qué queremos ir a la India si no vamos a descubrir nada porque las generaciones jóvenes hacen lo mismo que aquí, pretenden lo mismo que aquí, lo mismo puedo decir de todos los países, entonces es de muy alabar que las raíces de unas personas que se justifiquen y se viven cien en sus obra …. Por eso quería resaltar esta idea de Orlando porque me parece admirable que uno vea esa pintura y tenga que decir que es un personaje andino el autor, puede ser boliviano o puede ser los andes, ahí se ve una idea, es de valorar, por ejemplo cómo se va valorar una obra de Gabriel García Márquez cuando escribe “Cien años de soledad”, si lo que está contando es el submundo y el mundo, está contando la forma de ser del Caribe, eso no se puede globalizar, eso se da allí y un hombre con una mano maestra hace pues una novela magistral, como Orlando pinta lo que allí ve y lo que allí recuerda porque ha estado en muchas partes del mundo, pero es muy bueno esa relación con su país de origen y aunque España lo ha acogido con fraternidad, con simpatía, …. Cada arte tiene que tener la seña de identidad donde nace, es decir según su tradición porque si no sería un arte importado".

Hechicero del color


Por Manoli Ruiz B.
Miembro de la Asociación Española e Internacional de Críticos de Arte
Octubre de 2013. Madrid, España


Orlando Arias, Potosí, Bolivia 1954, es de esa clase de personas que desde sus comienzos se ha adaptado a todas las circunstancias que han rodeado su vida, aprovechando de todos y cada uno de los momentos lo mejor para su crecimiento en el mundo artístico e intelectual.
Desde muy joven y después de realizar estudios en diversas escuelas universitarias, decidió salir de su país, viajó a Ecuador, Colombia y a varios otros países del continente americano, llega a Europa y permanece en Italia un tiempo, para más tarde establecerse en España. Desde el año 2004 ubicado en Madrid, ha realizado varias exposiciones individuales y/o colectivas con trascendencia internacional.


En este momento, con una selección de su obra más reciente se dispone a preparar un nuevo evento expositivo individual. Ha sido invitado por "arte y artistas" y el Centro Cultural Nicolás Salmerón, del distrito de Chamartín, a tomar parte en" la semana intercultural" que abarca una serie de actos culturales muy importantes..
Hablar de Orlando Arias es referirse a una persona involucrada en diversos aspectos del mundo de la cultura: arte, poesía, literatura; recientemente ha presentado una novela "los sueños de Alejandro e Isabel", el contenido está comprometida con la sociedad, con sus problemas y con el carácter que adquieren ciertos actos sobre los seres humanos, llevándolos al caos y a la ruina. Con sus sueños y sus perlas doradas, conseguidas en cada triunfo, da un valor en primera escala a la sensibilidad, a la vida con mayúsculas, donde alberga a todo ser humano, sin diferencia de clases ni color. Como persona que está muy cerca del artista en todos sus avatares, me cabe decir que estamos ante un ser humano de cualidades extraordinarias, ¡ojalá! una gran parte de la sociedad fuera así... es halagador para los que estamos cerca de él, compartir tertulias, exposiciones, sus libros...

Como pintor, tiene una paleta extraordinaria, llena de color y matices, desde los fondos que armoniza sin que nada sea discordante, hasta esas figuras estilizadas que dibuja y desdibuja, y que se asemejan a la estructura y montaje de una gran escena de teatro, donde el primer actor tiene la misma representación que los que le rodean, y su composición final es cuando están disponibles para levantar el telón.

Ha tenido épocas en su pintura muy diferentes, pero desde muy temprana edad, ha hecho de la pintura su mundo y de ese mundo un arte portentoso.  Desde sus realismos mágicos, costumbristas, coloristas, alegorías de su país, hasta los ciberandinos, esos robots con los que el compara a la sociedad en que vivimos. Las abstracciones, magníficas de composición, de color, con unas veladuras que hacen honor a su categoría de "maestro del color".
La obra que hoy nos presenta, es totalmente nueva, diferente, un surrealismo mágico que nos recuerda a lo sencillo, a lo etéreo en la figura, sus máscaras definen el escenario de su teatro mágico, pero todo con una profusión de tonalidades que sin duda dejan constancia de la identidad de su paleta.

Metarealismo, una mirada del más allá


Por BENITO DE DIEGO GONZALEZ
Miembro de la Asociación Española
y de la Madrileña de Críticos de Arte


               Comisariado de nuevo por “Arte y Artista”, vuelve el pintor a esta institución, para exponer una amplia muestra de su pintura en la Fundación para la Paz, Ronda de Segovia, 50, Madrid.

               Orlando Arias Morales, nos trae la riqueza de los colores del Valle boliviano donde se sitúa su Potosí natal, (1954), y una larga y fructífera carrera con exposiciones, desde 1976, en las más importantes ciudades de Bolivia, Ecuador, Costa Rica, Panamá, Chile, Estados Unidos, Italia, Bélgica, Francia y España.

               La pintura de este artista expresa un meta-realismo, que supera la memoria de los sueños, para introducirse en los espacios que penetra la fantasía. Sus figuras son paradigmas esquemáticos de actitudes vitales, en las que recoge la esencia del gesto.




              Sus “Caretas” y sus “Danzantes” expresan los arquetipos de las expresiones de actitudes y emociones, pasando la figura a ser sin más el soporte de estos abstractos gestos y ademanes.

               Su paleta tiene sus raíces, no solo en el Valle de donde es oriundo, sino también, como él dice, “en el influjo que los ancestros ejercen sobre el alma de cada uno”, ya que, en efecto, la riqueza de colores de su paleta y el empleo de los contrastes es muy propio de aquellos países andinos, en los que transcurrió su infancia y sus primeras impresiones vitales, de las que toda persona es feudataria.

               Como sucede con el maestro guatemalteco Elmar Rojas, en la obra de Orlando Arias aparecen los colores que dan vida a un mundo cromático riquísimo, alimentado permanentemente por la realidad folklórica y popular de su país.

               J.L. Montané ha definido a este pintor como un “metafísico” y lo es porque su visión de los actos reales abarca a lo que trasciende de la evidencia, para plasmarlo en su pintura con “una mirada del más allá”.
               Ante su pintura nadie queda indiferente, pues, por demás, la estética formal de su pintura es atrayente.

                Sus obras retienen al espectador expectante, indagando para descubrir la total intencionalidad de lo que observa y las claves que contiene.

Ardiendo en el destino de su nombre


Por Tomás Paredes  Romero
Presidente Asociación Española de Críticos de Arte.                
Madrid, España



                 Es momento de desvelar algunas realidades de América Latina, sobre su arte y su esencia, al tiempo de intentar desterrar algunos  tópicos y paralogismos, que sobre ese conjunto continental tenemos, al menos desde España. Quiero aportar algunas ideas y pensamientos, al hilo de la presentación de la obra, su pintura, y de la vida de Orlando Arias, que es lo que motiva esta isagoge.

                 ¡Estaño, cobre, plata, hombres!. No es nada fácil, dada su diversidad telúrica y étnica, su complejidad, la definición de Bolivia y lo boliviano: un heterogéneo conjunto de caracteres, de riquezas y pobrezas, de hambres  y heridas, que dificulta una síntesis identitaria. Y eso alcanza al desarrollo de su arte y de su literatura. El escritor norteamericano Waldo Frank, dijo que era Bolivia: “El pedazo de tierra más rico del mundo pisado con los pies descalzados más pobres del mundo”, lo recuerda Blanca Luz Brum.

                 ¿Con qué simbolizar un país riquísimo en mariposas, de las más bellas del mundo; en minerales y gases, en lenguas y seres autóctonos, en analfabetismo y en grandeza de espíritu, en descontento y esperanzas, en miseria y en ternura? Justamente, el primer poemario de Gonzalo Vásquez Méndez se titula “Alba de ternura”, Cochabamba 1957.




                 Una literatura muy desconocida, aunque  con  sus  hitos.  Una  serie  de autores más preocupados en situarse en el mundo literario, en la orbita tradicional de la literatura, que en definir su paisaje y su paisanaje, con escasas excepciones, como puede ser el caso de Alcides Arguedas o Gonzalo Vásquez Méndez, que en su poema “Mi país”, trata de encontrar lo que le distingue y singulariza.

                 Escritores y poetas, muy desoídos. Tanto, que en más de una Historia de la literatura se hablaba de un país secreto. Cuando apareció la traducción al francés de “Raza de Bronce” de Alcides Arguedas, escribió André Malraux:“Arguedas avais cru parler dans le désert. Voici que ce désert est peuplé de lecteurs et que se prépare, peutêtre,un avenir qu’il eût souhaité”. El hispanista Claude Couffon, en la introducción a la antología bilingüe,“Poésie bolivienne du XXe sècle”, Editions Patiño, Gèneve 1986, se encargaría de certificar que la predicción de Malraux no se cumplió, ¡helas!, y de matizar como “la indiferencia se obstina en envolver a las letras bolivianas”.

                 Maguer esta realidad, hay nombres con prestigio y obras de interés que enriquecen la poesía como son las de Jaime Saenz, Yolanda Bedregal, Edmundo Camargo, Julio de la Vega, Gonzalo Vásquez, Roberto Echazú, Eduardo Mitre, Blanca Wiethüchter o Pedro Shimose, que vive entre nosotros desde hace varias décadas




                 Respecto de las artes plásticas tampoco varía la situación, pues no hay una gran corriente de autores, aunque haya nombres que han ganado prestigio internacional, como son los de María Luisa Pacheco, la escultora Marina Núñez del Prado, el cinético Rodolfo Ayoroa, Fernando Montes...

                 El arte plástico estuvo dominado por la crítica social y el indigenismo, por la representación, como temas, durante décadas. Bolivia ha cambiado y más en los últimos años y también el arte ha variado. A aquellos grandes nombres del 52, ha sucedido otros con una distinta visión como Roberto Valcárcel, Gastón Ugalde, Efraín Ortuño, Tito Kuramoto o la naif Carmen Villazón. Parte de esa generación y la siguiente ha sido la de la diáspora, la que salió de su tierra para formarse y para poder vivir. Ahora, reina la generación más joven, la de la globalización, la que mantiene un tono expresivo igual, en todo el mundo, a base de materiales plásticos, de uso, efectos especiales y audiovisuales, muy distantes de la pintura a la que se menosprecia, como a la escultura.

                 Orlando Arias Morales, Potosí 1954, con pocos meses su familia se traslada a Cochabamba, que es donde despierta al dibujo y a la pintura, que ejercerá de forma autodidacta. Comienza a exponer sus trabajos en Oruro, Santa Cruz, Cochabamba, La Paz, pero se traslada en 1986 a Ecuador donde residirá, exponiendo en distintas capitales, hasta su salida a Perú, estableciéndose, en 1988, en Colombia, Medellín, mostrando su obra en galerías colombianas, costarricenses, españolas y de EE.UU.




               A finales de 2003, es invitado a tomar parte de varios certámenes en Italia, exponiendo en Florencia. Desde allí, a Barcelona y después a Madrid, donde vive, desde 2004, trabajando en su taller de Ciempozuelos.

                 A Orlando Arias hay que situarle en la generación de la diáspora, en la que se ve obligada a salir fuera del país por múltiples razones, económicas, sociales y culturales. Su obra multidireccional, arranca de una figuración indigenista, para pasar a un expresionismo, que deriva a un realismo de desnudos, con magníficos y rotundos dibujos. Luego vendrá un excelente momento dominado por el poscubismo, a continuación una estética de ecos surrealizantes, pintura metafísica, para desembocar en un esplendoroso realismo mágico, que no olvida la abstracción, que es donde se inscribe esta etapa reciente, que ahora presenta en Artecovi, bajo el rubro general de “Ciberandinos”.

                 ¿Qué es Ciberandinos? Ante todo, una lección de pintura. Una respuesta a su generación y al momento; cuando más se anuncia la muerte de la pintura, más refulgente resulta en su obra. La conquista de un lenguaje, con ciertos ecos bienvenidos, como pueden ser los de Rufino Tamayo o Fernando de Zsyszlo, a quienes tanto admira.




                 Una apuesta por la particularidad, pues esos ecos referidos, sólo son eso, y en nada se parece la obra final propia a la de los admirados. Un clamor de esplendor, tanto en la técnica como en el icono; de ética, de libertad, de andinismo, con su crítica implícita, contra la invasión del maquinismo y la tecnología excesivos, abusivos y excluyentes.

               “Ciberandinos” es una muestra de pintura, de gustosa y radiante pintura, un conjunto de lienzos, realizados entre 1995 y 2006, a espátula o pincel, pero muchas cosas más. Es una obsesión por el color, al que hace vibrar con una soltura y perfección puntillistas; un desafío de tonos y de gamas, luminosas, trabajadas, sajeladas, puras o desafiantes.

               “Ciberandinos” es un espejo donde se mira una de las formas plásticas de América Latina, en la actualidad. Una visión boliviana, sin recursos a la cultura de la queja, imbuida por la solidez de una pintura elegante y atractiva, hechicera, legible y que produce placer a los sentidos y excita el pensamiento.





                 No hay arte sin pensamiento, no porque la plástica se convierta en filosofía, sino por la entidad plástica excita la facultad de pensar, lo sintetiza, lo compendia, lo provoca. Se trata de una pintura que comunica valores. Valores estéticos, éticos, originarios, de lenguaje, una actitud ante la vida y la respuesta que los asuntos primordiales del hombre requiere.

                 ¿Qué es el lenguaje?. No es sólo el tema, la imagen, el icono, la técnica, lo que dice. el lenguaje es un poco de todo eso, pero por encima de todo, la sintaxis que permite la expresión particular. El lenguaje es determinante para conseguir un idiolecto, la materialización plástica de un mundo propio, un cosmos que identifica y justifica a su autor y lo redime..

                 El lenguaje es el medio que permite llegar a decir lo que se quiere decir, con independencia de lo referencial, es el significante. El arte no tiene que significar nada, pero tiene que tener sentido, como la poesía. ¿Para que vale todo esto?. Para nada, defienden algunos, pero es cierto que el arte es imprescindible para el hombre. No es lo mismo mirar Bolivia, el altiplano, el mundo andino, a través de esta pintura, donde el espíritu ha dejado su voz profunda de fuego y terciopelo, que verlo mediante sucesos ordinarios y una cotidianeidad poco edificante.





                 ¿Qué es “Ciberandinos”? La respuesta brillante y silenciosa a tópicos y fabulaciones. Lo que espera el personaje medio, o no tanto, del arte suramericano, boliviano en este caso, es que sea indigenistas, folclórico, chamanista, naif, surreal, decadente y reflejo de miseria. Y a toda esa parafernalia premeditada, Orlando Arias responde con esta cosecha de realismo mágico, trufado de hermosas sensaciones y querencias, que dan vida a una realidad sutil y germinal, donde surge otra visión boliviana, no exenta de un sempiterno rumor de hermosas mariposas, ni de la crítica a la destrucción de valores.

                 En esta pintura, mucho mejor que en otras facetas del pintor, veo una orientación, el aillu más hondo de un hombre profundo, silente, pausado, adusto, que es Orlando Arias. En estas cromías y formas robóticas, están ínsitas los aguayos y las máscaras, la reverberación de aymaras y quechuas, los sones de un ritmo y una forma de entender el camino, dicho con elación, con solvencia, con desparpajo, con rotundidad. Se oyen aquí la queja de una quena, el sonido de los huankaras y la sonrisa de una imilla.

                 Una pintura, con la belleza de la poesía de Oscar Cerruto, cuando identifica el Altiplano, ese sí, con versos de hielo y fuego. El poema “Mi país” de Gonzalo Vásquez Méndez, inicia así: “Este país tan solo en su agonía, / tan desnudo en su altura,/ tan sufrido en su sueño,/ doliéndole el pasado en cada herida./  Su nostalgia se pierde/ más allá de la piedra;/ su metal designado estuvo ya en la sangre,/ ardiendo en el destino de su nombre”.





                 Así veo esta obra y la vida de Orlando Arias, “ardiendo en el destino de su nombre”, como fuego de mil colores en el destino de su vida, que se derrama como una llama en los manteles albos, para buscar el matiz, el tono, el murmullo de su tierra y de su gente, sin recurrir a manidas y obsoletas prédicas, a clichés en blanco y negro.

                 Durante su estancia en Colombia, para el catálogo de una de sus muestras, escribió el poeta y crítico colombiano Federico Villegas Barrientos: “…deja la huella de su ansia estética y el dolor milenario de sus antepasados, ya que Arias afortunadamente tiene flechas en su sangre, como la mayoría de América, la cual dispara en su silencio, triste no amargo, contra el paisaje que un día le arrancaron a su raza”.

                  Una vistosa pluma que incide en lo que menos dice hoy la pintura suramericana, que ha pasado a combatir una realidad donde se enfrentan la pobreza y la riqueza, sin piedad, a base de pensamiento, de nivel, de dimensión, de presencia que es lo que cualifica al hombre y lo que el hombre hace, como es el arte, con ambición de trascendencia. Como son estas pinturas de Orlando Arias.